Noventa años después, la Segunda República cobra una especial y controvertida actualidad. ¿Fue una eclosión de libertad, cultura e ilustración popular, frustrada por la violencia de unas clases reaccionarias que no toleraban la pérdida de sus privilegios?, o ¿fue un régimen de arbitrariedad e incultura, pobreza, separatismos y odios políticos? ¿Debemos considerar aquella república un modelo de convivencia política en que inspirarnos o, al contrario, como una rechazable conjunción de amenazas para la convivencia en libertad? El fracaso de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), que contó con el apoyo de Alfonso XIII, supuso a corto plazo también el hundimiento de la monarquía. Tras la victoria de los candidatos republicanos y de izquierdas en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, el rey marcha al exilio el día 14 del mismo mes, proclamándose de inmediato la II República entre el entusiasmo popular. El nuevo régimen intentó cambiar las bases políticas, sociales y económicas del país con una amplia labor reformista. Su fracaso, debido a la oposición de las clases dominantes, que pretendían