Puntos que sincopan, abrevian, apuran el trago para que haya otro trago más, otra siesta salvadora, otra noche inesperada en la que un balcón sea lo mismo que asomarse a una ciudad ajena, donde todo sea posible.
Un morse del amor, hecho de puntos y rayas que no se borren con las dudas cotidianas. Eso intenta y consigue Marcelo Luján con este libro de breves piezas que vertebran un gran amor, uno de esos que hasta los cínicos diplomados envidiamos.