La copla andaluza surge solitaria siempre, aun en medio del concurso de una fiesta, requiriendo a su alrededor un silencio solemne, cual si fuese la voz de un oráculo antiguo del fondo de la tierra salida. Y es natural que así sea, pues esa copla surge siempre del fondo del alma del cantor como expresión de algo que sólo puede verse bien en lo íntimo de la conciencia y por un espíritu de artista genial. La mímica aparatosa que emplean los cantaores, y que ha sido ridiculizada tantas veces, no hace sino recalcar con énfasis un tanto histriónico el misterio sagrado de la copla andaluza. Ninguna otra copla regional aguantaría esa mímica, y es porque ninguna tiene tal calidad sagrada de vaticinio, porque ninguna es hasta tal punto artística y reveladora. La copla andaluza es personal, entónala una sola voz que nunca se trenza con otras ni tolera otro acompañamiento que el de la palmada, a modo de batir de sistros. El cantador, hombre o mujer, está ahí sentado, en medio del coro que le oye atento, poseído de emoción religiosa, y escucha su voz cual si deletrase un libro sacro, más bien como si fuese un libro parlante, uno de esos libros fatídicos de que hablan las leyendas. El cantador es al par actor y hado en la tragedia humana; habla con voz impersonal y personalísima al mismo tiempo; es como un Job, que sufre y clama; mejor, un Ecce Homo, algo sumamente impresionante y misterioso. La liturgia de que se rodea la copla andaluza hace pensar en su origen semítico o gitano y siempre en un misterio asiático, y explica que Romero de Torres en su admirable alegoría pictórica haya podido darle traza religiosa.
Rafael Cansinos Assens es uno de esos autores andaluces en los que la añoranza de su tierra natal y de Andalucía dejó amplísimo y profundo surco en su obra. Buena parte de su obra crítica presta especial atención a los autores del sur de España o escribe libros completos como "Sevilla en la literatura: Las novelas sevillanas" de José Más, o "La copla andaluza".