Simultáneamente a la inclusión de la enseñanza de valores en los programas escolares, se debate, no sin mucha controversia, sobre quién debe ser el responsable de transmitir esos valores: la familia, los miembros de una comunidad o los educadores.
Este libro sostiene que la solución reside en que el aprendizaje no debe estar basado únicamente en saberes sino en una enseñanza constructivista: un proceso participativo, reflexivo e interactivo entre el educando y el educador, en el que el sujeto es el artífice de su propio conocimiento.