Sabemos que una de las líneas de continuidad de la obra de nuestroautor ha sido el erotismo, abordándolo desde distintas perspectivas yregistros; ahora, un paso más, la delgada frontera entre deseo ydelirio. No hay un más allá del lenguaje, afirmación que, de entrada,nos evitaría la bochornosa reducción de Mal estar a un problema moralo a una óptica normalizadora, al tiempo que inscribe el texto en unatradición que arranca con Sade y llega hasta México con la obra deElizondo. Mal estar, entonces, parece sostenerse en la figura delpliegue o la del rizoma ?y esa es otra de las novedades del libro? por las cuales diluye la clásica oposición entre mundo objetivo ysubjetivo, el espacio de los amantes y la ciudad, e incluso diluye los límites entre géneros. A caballo entre el relato, el aforismo, elpoema o la referencia teológica, Zúñiga nos propone un mundo querebasa toda sedentariedad, toda fijeza.