Difícilmente podría imaginar Lorenzo Da Ponte, en el mejor momento de su existencia, cuando por fin su persona empezaba a cobrar relevancia en la sociedad neoyorquina y él se disponía a redactar estas Memorias, que el interés de su obra estaría indeleblemente ligado al nombre de Wolfgang Amadeus Mozart, por haber sido el autor de los textos de Così fan tutte, Don Giovanni o Le nozze di Figaro, sus óperas más celebradas. La azarosa vida de este poeta italiano se vio salpicada siempre por el escándalo. Amigo de Casanova en su época veneciana, blasfemo y libertino como él, a los veintiséis años huyó a Austria ante la amenaza de una denuncia de la Inquisición y se convirtió en el libretista más solicitado de la corte de José II, en la que Mozart no era sino un músico más. De Viena a Londres, y de allí a Nueva York, cuando pesaban sobre él varias denuncias por insolvencia, realizó las más diversas actividades para ganarse el sustento de su ya numerosa familia, siempre dedicado a la poesía -en 1801 publicó Saggi poetici-, la enseñanza, la traducción del italiano y la difusión de la ópera italiana en Estados Unidos, faceta en la que cumplió su ambición de dotar a la ciudad de Nueva York de un verdadero teatro de la ópera. Las Memorias de Lorenzo da Ponte, en ocasiones más novelescas que los argumentos de sus creaciones para el teatro, fueron redactadas entre 1823 y 1827, y su versión definitiva se publicó en italiano en 1830 en Nueva York, donde el libretista vivió hasta su muerte en 1838.