Nunca seré mi madre y no pariré a mi hermana es un cuerpo. Un cuerpo atravesado por el paisaje, un cuerpo que no se reconoce pero que, a golpe de memoria, respiración y misticismo, termina por reconocerse. Yeray Barroso (Tenerife,1992) nos presenta nada más iniciar la lectura una pregunta: no conozco a nadie sino he visto su cara: / la voz deforma los cuerpos. [ ] / si no sabes nada, si no te llega ni una foto / ¿llegarás a saber de mí? El autor desarrolla a lo largo de la primera parte del libro la idea de la identidad; quiere provocar en nosotros, quienes leemos su libro, también esta pregunta: ¿Quién puede conocernos o imaginarnos sin conocer nada de nuestro cuerpo?, ni siquiera el tono de nuestra voz. ¿Existimos?, ¿podemos reconocernos y querernos si no sabemos nada del otro, si el otro o la otra no tiene cara, no tiene cuerpo? Nunca seré mi madre y no pariré a mi hermana es un libro escrito desde el cuerpo y con un cuerpo, un libro cuya estructura misma se encuentra limitada, como estamos nosotros mismos por el tiempo y el espacio.
