"Un día de julio de 1941, la mitad de los habitantes de la población polaca de Jedwabne se levantó contra la otra mitad. En una enloquecida cruzada, a la que el ejército alemán de ocupación asistió como mero espectador, acabaron con la vida de casi todos los judíos del pueblo: mil seiscientas personas entre hombres, mujeres y niños. No fueron nazis anónimos quienes apalizaron, acuchillaron, estrangularon o prendieron fuego a los judíos de Jedwabne, sino sus propios vecinos con los que hasta entonces habían convivido normalmente, gentes de nombres y rostros conocidos, viejos compañeros de escuela, sus tenderos, sus clientes, aquellos con los que solían pararse a charlar en las calles.