Es tiempo de deporte como último bastión
de la auténtica amistad,
no aquella que se pierde en un limbo virtual
de emoticonos que no miran a la cara
y mensajes empaquetados, hechos en serie,
pero no siempre en serio,
incapaces de dar un abrazo reconfortante,
personal e intransferible,
incapaces de alargar una mano
que eleva mucho más que un cuerpo.
Es tiempo de deporte como corazón
que palpite, puntada a puntada,
un elegante vestido de educación,
respeto y superación.