La noche puede ser un territorio inhóspito o amable, reparador o tortuoso. 
	Con el amor sucede algo tan semejante que nadie atraviesa sus dulces o punzantes galerías sin dejar en ellas lentos trozos de alma. 
	Este libro podría titularse, sin mucho errar, "Los amores rotos", aunque no; o "Balada para mil noches sin ti", aunque quizá tampoco.
	
	Lo único seguro es que, como el olvido, habitamos el espacio agreste, irreconocible y arcano de nosotros mismos, ese animal que respira permanentemente a nuestro lado.