Cuatro hermanos entierran a su madre y así comienza su reinado. Leonora, la mayor, guía sus pasos hacia el interior de la casa: allí se encierran los niños para hacer de su infancia un universo propio. Leonora ordena y los hermanos responden, mientras la casa crece, el jardín se multiplica y los insectos devoran los muebles. El juego es la única ley que los rige y el llanto les está prohibido. Así se olvidan del mundo, pero los deseos de la infancia son caprichosos, y los encierros pueden romperse si quien llama a la puerta es una muchacha rubia que anhela, por encima de todas las cosas, entregarse a ellos.